OBRA PLASTICA

Sobre el espacio que fluye

Un proyecto que nos introduce en territorios interdisciplinares prácticamente inéditos, como los de las implicaciones entre arquitectura y escultura modernas, tenía que plantearse de forma abierta entre dos “razones” -la construcción y la plástica-, en confrontación dialogante en la que hay una especie de “acuerdo en el desacuerdo” (de lo contrario, no habría diálogo), pero también una suerte de cambios sucesivos de posición asumidos por cada una de las partes.

Hay, con todo, una cuestión de axiomática que no se afronta en la exposición y cuya consideración contribuiría a que se cumplieran sus notorios propósitos didácticos. Me refiero a que, para la comprensión de la naturaleza y el alcance de la formidable implicación “modernista” entre escultura y arquitectura, convendría reconsiderar que siendo unidimensional el espacio del diseño (basado en la línea), y siendo bidimensional el espacio de la pintura (el plano), y tridimensional el espacio de la escultura (el volumen), a su vez la arquitectura (con base en el recinto) tiene una dimensión espacial peculiar, difícil de definir y “superior” a la tridimensional, y se caracteriza por ser el suyo un espacio fluyente entre dentro y fuera. Esas dimensiones espaciales no constituyen en la práctica del arte territorios cerrados y excluyentes, sino secantes, de tal manera que hay zonas “de roce” o compartidas entre lo unidimensional y lo bidemensional (con la dificultad de distinguir a veces si una pieza es dibujo o pintura), entre lo bidimensional y lo tridimensional (como el espacio de las “escultopinturas”), y entre el espacio tridimensional de la escultura y el espacio construido y fluyente de los recintos arquitectónicos. Sobre este espacio intermedio, “que fluye” y al mismo tiempo “se modela”.